26 de marzo de 2017

ECONOMÍA DE UN CAMPESINO ROMANO


El padre de familia campesino romano recibía diez yugadas (unidad de medida), que equivalían a dos hectáreas y media, o sea 25.000 metros cuadrados. Con esa cantidad de tierra le permitía sufragar los gastos de cuatro personas, los de un buey o un asno, así como pagar las obligaciones fiscales.

Las tierras que se concedían eran de mediana a buena calidad, lo que le permitía tener en explotación continua hasta siete yugadas, y las tres restantes de barbecho. Si era un agricultor hábil podía incluso sembrar meses de ciclo corto, tremesinas, en algunas tierras de barbecho. Con siete yugadas en explotación podía dedicar una yugada a huerto, cinco yugadas a cereales y una a viñedos o a plantas forrajeras de primavera-comienzos de verano.

El libro X de la obra, dedicada a los huertos, de Lucius Moderatus, conocido como Columela, permite saber que se regaban con acequias o con agua de los pozos, que se trabajaban ante todo con azada, azadón y escardillos y que cada cultivo se obtenían en pequeños canteros.

Se cultivaban en los huertos romanos: lechugas, cebollas, repollos, zanahorias, perifollo, achicoria, alcaparras, ruda, apio, etcétera. De la lechuga había seis variedades. La mayoría de los campesinos llevaban sus productos a vender al mercado, lo que le sobraba, lo conservaba en su casa para el resto del año. Las mujeres eran las encargadas de hacer conservas de frutas.

En una tablilla de compra conservada en Pompeya se explica el gasto de alimentación para una familia de tres personas durante nueve días:

13 ases (moneda romana) para queso, 54 para pan, 45 para aceite, 5 para cebollas, 6 para sémola, 2 para vino, 16 para espelta, 1 para dátiles, 1 para morcilla, 1 para puerros y 2 para pescado. El total son 147 ases por cada nueve días, 6.000 (1.500 sestercios) ases al año. El ahorro era grande si la familia hacía su propio pan y cultivaba sus frutas y verduras en su huerto.

Una familia podía costear sin demasiadas dificultades la nutrición de uno o dos cerdos al año con los productos sobrantes de su huerto, con hierbas recogidas y con un pequeño suplemento de cereales. Con unos costes más bajos podías tener unas cuantas cabras que proporcionaban leche, queso y sus derivados

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