25 de junio de 2016

LA VESTIMENTA DE LAS ESPAÑOLAS SEGÚN MADAME D'AULNOY


Madame D’Aulnoy (1651-1705) fue una escritora francesa, además de ser conocida por sus cuentos de hadas, también lo es por su relato del viaje a España, escrito en 1679. Sobre la vestimenta de las españolas en esa época dice:

“Hasta hace algunos años las señoras llevaban guadainfantes de un tamaño prodigioso, lo cual las incomodaba e incomodaba a los demás. No había puertas bastante grandes por donde ellas pudiesen pasar, se los han quitado, y ya no los llevan más que cuando va a ver a la reina o a ver al rey.

Ordinariamente, en la ciudad, se ponen sacristanes que son propiamente hablando, como los hijos de los verdugados. Están hechos con aros de grueso alambre que rodean la cintura, unos con otros se unen por medio de cintas, y según están más abajo van siendo más anchos; de ese modo llevan cinco o seis aros que alcanzan hasta el suelo y que sostienen las faldas.

Llevan una cantidad sorprendente de éstas, y con trabajo se puede creer el que unas criaturas tan pequeñas como las españolas pueden ir tan cargadas. La falda de encima es siempre de grueso tafetán negro, o de pelo de cabra gris liso, con una gran alforja algo más arriba de la rodilla, todo alrededor de la falda; y cuando se les pregunta para que sirve aquello, dicen que es para alargarla a medida que se va usando. La reina madre las lleva, como las demás damas, en todas sus faldas, e incluso las carmelitas las llevan, tanto en Francia como en España.

Pero con relación a las damas, es más bien una moda la que siguen que un ahorro que quieran hacer, porque no son avaras ni cuidadosas de la ropa, pues las hay que se hacen hacer dos o tres nuevas por semana. Esas faldas son tan largas por delante y por los lados, que arrastran siempre mucho, y jamás arrastran por detrás. Las llevan a flor de tierra pero prefieren tropezar al andar, a fin de que no se puedan ver sus pies, que es la parte de su cuerpo que ocultan más cuidadosamente.

He oído decir que después que una dama ha tenido con un caballero todas sus complacencias posibles, enseñándole el pie es como le confiesa su ternura, siendo lo que se llama el último favor. Hay que convenir también en que nada hay más bonito que una especie, y ya os he dicho, que tienen los pies tan pequeños, que sus zapatos son como los de nuestras muñecas.

Los llevan de tafilete, recortado sobre tafetán de colores sin tacones y tan justos como un guante. Cuando andan parece que vuelan, en cien años no aprenderíamos a andar de esa manera. Aprietan sus codos contra el cuerpo y marchan sin levantar los pies como cuando uno se desliza".

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