28 de marzo de 2016

GUANINA Y SOTOMAYOR (LEYENDA TAINA)


Guanina (en el lenguaje taino “Resplandecientes como el oro”) era una india taina (tribu de la isla La Española), hermana de Agüeybaná el Bravo, jefe de la tribu y de un grupo de valientes guerreros, el cacique supremo de toda la isla de Puerto Rico.

Guanionez, vivía enamorado de Guanina, cada vez que la veía, el corazón se le desbocaba, en cada ocasión que estaba frente a ella, le declaraba su amor. Ella no le correspondía, estaba enamorada de un conquistador español llamado Don Cristóbal de Sotomayor, alcalde mayor y fundador de un poblado al que había llamado como su propio apellido Sotomayor.

Güarionex, lleno de odio hacia Sotomayor, le gritaba: -¡Don Cristóbal, uno de los dos debe morir! Tú no mereces vivir porque me robaste el amor de Guanina, y yo no quiero seguir viviendo si me falta su amor.

En el transcurso de una fiesta, los indios, enfadados con los españoles, decidieron que tenían que morir para que ellos pudieran vivir tranquilos. Guanina al enterarse de lo que estaba a punto de suceder, avisó a Don Cristobal, así que cuando Güarionex fue al poblado Sotomayor, no lo encontró.

Sotomayor se fue con sus soldados a la Villa de Caparra para ver al Gobernador. Éste le prestó a unos Naborías para que le ayudaran. Pero en secreto les dijo que cuando empezara el ataque, huyeran con los víveres. Guanina no quiso dejar a Sotomayor huir solo y se fue con él.

Los indios tainos los persiguieron y el ataque empezó. Sotomayor peleaba ferozmente con sus espadas mientras los golpes de las macanas de los indios le iban abriendo profundas heridas. En el peor momento, Guanina se interpuso entre Sotomayor y los indios y recibió en su cuerpo la herida mortal que iba dirigida a su amor. en ese momento de distracción de Sotomayor, Agüeybaná aprovechó para traspasarlo con su flecha. Sotomayor cayó en brazos de su amada Guanina.

Agüeybaná mandó que los enterraran juntos, pero que a Sotomayor le dejaron los pies fuera de la tumba para que no pudiera encontrar el camino a la tierra de los muertos.

Poco después los españoles rescataron los cuerpos y los enterraron, uno al lado del otro, al pie de una montaña empinada y a la sombra de una enorme ceiba.

Desde entonces, los jíbaros dicen que cuando el viento agita de noche las ramas del árbol, se oye un murmullo, que no es el rumor de las hojas, y se ven dos luces muy blancas, que no son luces de luciérnagas, sino los espíritus de Guanina y Sotomayor que flotan, bailan y se funden, cantando la alegría de estar unidos para siempre.

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