7 de octubre de 2007

LOS ARTESANOS DEL FARAÓN



Los faraones del Imperio Nuevo mandaron construir un poblado para los artesanos, responsables de cavar y decorar sus tumbas; era el "Lugar de La Verdad".

Estaba situado en las montañas, en lo que ahora conocemos como Deir El Medinah, apartado de otros poblados y cerca del Valle de los Reyes y del Valle de las reinas. Lo rodeaba un muro de adobe y lo protegían soldados. Los artesanos que trabajaban ocho días para luego descansar dos, no volvían al poblado cada noche, acampaban cerca de la tumba que estaban preparando.

Las casas eran muy parecidas entre sí:

Muros de adobe que estaban pintados de blanco.
La forma de las casas eran rectangular, poseían tres o cuatro habitaciones.
Las más espaciosas estaban reservadas para los jefes de equipo y el escriba del faraón.
Los artesanos solteros ocupaban las más pequeñas.
La puerta de entrada pintada de rojo para ahuyentar a los malos espíritus, daba paso a una pequeña sala.
En la segunda sala se instalaba un altar dedicado a los dioses.
Podía haber banquetas y camas.
La cocina estaba situada en el exterior, en un patio protegido por un techo de ramas.
Por una escalera accedían a la terraza, donde tomaban el fresco y dormían en las noches más calurosas.

Los artesanos eran funcionarios y su salario salía del tesoro real, se trataba de alimentos, vestido y calzado. El 28 día de cada mes recibían cereales, trigo para el pan y cebada para la cerveza. Cada diez días, unos porteadores repartían sal, aceites, pomadas y perfumes. Cada día llegaba pescado fresco, carne, verduras frescas, leche, cerveza... En los días festivos, el faraón mandaba traer manjares.

Los artesanos tenían sirvientes que les traían alimentos y agua, que se almacenaba en grandes depósitos. Ayudaban a los artesanos en sus quehaceres diarios: Los herreros fabricaban las herramientas, los panaderos preparaban el pan, los lavanderos lavaban la ropa... También había un médico y una curandera. No había escuela, los artesanos y sus esposas se encargaban de la enseñanza. Todos los niños sabían escribir. Los muchachos aprendían el oficio de su padre y si el intendente creía que era digno de ello, también trabajaban en las tumbas reales.

Durante el reinado del faraón Ramsés IV, hubo una huelga y los artesanos dejaron de trabajar. Explicaron al escriba real y a los contramaestres que hacía más de un mes que no había distribución de alimentos y que tenían hambre. No volvieron a la obra hasta recibir víveres. Esta huelga, la primera conocida de la historia duró varios días.

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